domingo, 11 de mayo de 2014

No tener ideas.

Hinqué un codo en la mesa y apoyé la barbilla en el puño. Miré a un punto de la pared que se situaba justo enfrente mía a escasos centímetros de distancia. Tenía la música a todo volumen y buscaba fotos que pudieran inspirarme. Y a pesar de que la música recorriera mis oídos, pasando así desde el tímpano hasta el nervio acústico, y a pesar de que viera miles de fotos de parejas besándose, de sitios a los que me encantaría ir (California, Grecia, Londres) o de frases que realmente inspiraban, no me ayudaba como otras veces me solía ayudar, ninguna idea surgía de este cerebro lleno de algas. Pensaba en cómo concentrarme haciendo así que la inspiración apareciera desde algún lugar remoto de mi cabeza, pero no funcionaba. Mi cerebro en ese instante era un complejo de una hoja en blanco, y esto me sorprendía porque era un torbellino lleno de ideas, una persona creativa y con imaginación. ¿Por qué no escribir sobre el no tener ningún tipo de ideas?.-me pregunté. Te sientes impotente, porque eres incapaz escribir siquiera una frase sobre tus sentimientos, o sobre cualquier otra cosa. Impotente porque no puedes realizar una cosa o hacer que suceda. Hablar sobre eso me pareció una buena idea, escribir sobre algo que no sabes como empezar y tampoco terminar, sobre algo que no tiene ni pies ni cabeza, pero te pones con ello. Y tus dedos directamente recorren todo el teclado desde la 'h' que es así como comienza este texto, hasta la 'a' que es así como termina.

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