Creo que con estas letras voy a ser lo más franca que se me esté permitido. Voy a decirte que incluso con todas las peleas y crisis amorosas que nos están lloviendo encima, eres la persona con la que quiero estar el resto de mi vida. Podemos patalear, gritar y dejarnos de hablar durante semanas, pero espero regresar a ti, una y otra vez, cuantas veces sean necesarias. No quiero desaparecer de tu vida, pero no porque un hilo imaginario me haga depender de ti, sino, porque realmente soy feliz cuando lloro entre tus brazos, soy feliz cuando te veo después de mucho tiempo, cuando hacemos planes, cuando jugamos junto a uno de tus videojuegos, soy feliz a tu lado, en un largo etcétera de momentos que mi mente ha acabado almacenando, de un pasado y de un futuro que ansío.
Deseo conservar en mi mente la curva de tu sonrisa, tu pícara (y traviesa) sonrisa, que me encanta reprimir a base de besos. Aún recuerdo el tacto de tus dedos caminando sobre mi piel, entre los lunares, y los besos en esas heridas del pasado. También recuerdo mis dedos cautelosos en tu descuidada barba, acariciando cada centímetro, cada vello. Los iris de tus ojos que me siguen con sutileza por todo mi cuerpo y que advierten mis intenciones. A esto hemos llegado. Al punto de conocernos tan bien, que deduces mis pensamientos, antes si quiera de ponerlos en marcha. Hemos llegado a bromear sobre fechas de cumpleaños equivocadas porque nos gusta presumir de conocimiento, de a ver quién conoce más a quién, de cuestionarios inservibles que nos ponen a prueba todo el tiempo. Porque muchas veces, de eso trata, de una competición. De una competición de a ver quién se quiere más, pero, te puedo demostrar en la cama, entre susurros al oído, que te amo. Qué anhelo que te quedes mirándome y que sin previo aviso, murmures algo que he escuchado una infinidad de veces, y que no aborrezco. Algo a lo que nunca podría poner muecas, ni malas caras.
Créeme que no voy a dejar que la distancia se convierta en un factor relevante en esto tan nuestro. No somos esa clase de amores de otoño, ni de amores que transcurren de la noche a la mañana, somos el tipo de amor que todo el mundo cree conocer, y que realmente nadie conoce. Por mucho que se pueda revelar en las redes sociales, somos un mismo universo lleno de constelaciones, indescifrables.
Quiero que sientas poesía en esto del amor, que este camino, como todos los demás, te traigan hasta a mí, a una Roma paralela. No sé por qué, pero cuando veo gente, en concreto dos personas demostrando su amor, me acuerdo de ti, de los varios mensajes que te he enviado diciéndote que te echaba de menos, que envidiaba la manera de quererse de aquella pareja que se encontraba a dos palmas de mí, los envidiaba porque era algo que yo quería contigo, era necesidad, un deseo único, un deseo nada parecido a lo sexual, ni a los amores de Romeo y Julieta, un deseo abstracto que solo el gran trecho que había entre nosotros podía solventar. Eso es lo que ocurre. Que me traes recuerdos, a cada rato, y es una manía que debería dejar.
He dejado a mi corazón a hablar, ahora hay testigos de una realidad absoluta, pero aún así nunca va a ser suficiente. Quisiera escribir un sinfín de letras y poemas, que dejen marca, pero no de esos hematomas a base de mordiscos ni chupones, sino, de los que llegan y te tocan el alma, que con pequeñas pisadas dejan huella.
Solo espero que toda esta faena haya merecido la pena, y con "merecer la pena" me refiero a haberte robado esa sonrisa (que he mencionado con anterioridad) que tanto me gusta. ¡Felices diecinueve años! Tal como así, estos diecinueve no tienen nada peculiar, pero es un año menos el que te queda para llegar al profundo éxito, con suerte a las canas y mientras tanto, a un trayecto maravilloso por la vida.
He dejado a mi corazón a hablar, ahora hay testigos de una realidad absoluta, pero aún así nunca va a ser suficiente. Quisiera escribir un sinfín de letras y poemas, que dejen marca, pero no de esos hematomas a base de mordiscos ni chupones, sino, de los que llegan y te tocan el alma, que con pequeñas pisadas dejan huella.
Solo espero que toda esta faena haya merecido la pena, y con "merecer la pena" me refiero a haberte robado esa sonrisa (que he mencionado con anterioridad) que tanto me gusta. ¡Felices diecinueve años! Tal como así, estos diecinueve no tienen nada peculiar, pero es un año menos el que te queda para llegar al profundo éxito, con suerte a las canas y mientras tanto, a un trayecto maravilloso por la vida.
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