Llevo la mala suerte enganchada en mi camiseta de lana, otras días se me engancha a los pantalones vaqueros, expresamente a la altura del bolsillo y cuando me arriesgo a llevar una falda de piel, se me engancha a mis básicas Converses negras. El caso es que no sé deshacerme de ella, la llevo cuando llueve y cuando hace sol, la llevo incluso en mi sonrisa, pero por mucho que me despida, nunca me devuelve el "adiós". La llevo conmigo hasta tal punto que me ataca apresuradamente tras llegar a casa con mil mililitros de lágrimas cayendo torpemente sobre mi cara, mientras me tiro a la cama en un intento de dramatizar el asunto. La cuestión es que junto a mi mala suerte apareces tú, todos los días, cuando me miro al espejo con ese collar y pienso en la buena suerte que tengo de llevarte conmigo, aunque no seas un trébol de cuatro hojas, sino de tres, y ni siquiera me des suerte, pero al fin y al cabo, sigues siendo... mi mala-buena suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario