miércoles, 28 de septiembre de 2016
Que tengo los pantalones remangados hasta los tobillos, y el sonido de mis pasos en el pavimento me hacen reflexionar más de la cuenta. Porque echo de menos oír el chasquido de las hojas tras mis Converses, y la lluvia tórrida que acaba empapándome el pelo incluso teniendo la cremallera del abrigo hasta arriba, y la misma excusa de esconderme de la lluvia bajo tu paraguas solo para sentirte más cerca. No me gusta ver mi rostro en el espejo, pero a veces echo de menos verme reflejada en los charcos de agua, así cuando una frívola gota cae del cielo y me estremece la nuca. Una excusa más para querer que me abraces y sentir el calor que desprendes. En ocasiones intento recordar la sensación del frío envolviéndome con su manto álgido y el deseo de echarme en cama con cientos de colchas cubriéndome hasta las pestañas. Una excusa más para acurrucarme contigo y manifiestes todo el afecto que sacas de detrás de mi bufanda. A veces necesito tenerte cerca, incluso cuando digo que quiero tenerte lejos; exclamo que te odio, pero mi mente grita «¡te quiero!»; y aunque quiera aparentar que nada mi importa, tú eres todo lo que me importa. A ratos digo cosas que no siento y rara vez expreso lo que pienso. Porque al igual que el otoño, unos días estoy nublada y otros días soleada, pero son contradicciones de según con que pie me despierto. Aunque mi corazón solo esconde un sentimiento.
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