martes, 14 de marzo de 2017

Tú, y tu dulce soledad.

No hay nada más hipócrita que la propia mentira, que te mira a la cara sin remordimiento, endulza la realidad y luego esta última te golpea sin piedad. Inocente de esos ojos seductores, de esa voz cautivadora, dónde ahora solo puedo ver patraña en la oscuridad de tu mirada, en esa que tantas veces solía perderme intentando encontrarme. Creí que podríamos avanzar en el tiempo, darle un sentido a las agujas del reloj, buscar la marcha perfecta de la vida, sin necesidad de usar el freno, pero estamos en un callejón sin salida.
Quizás el tiempo no está hecho para nosotros, a lo mejor solo estamos remando a contra corriente, o puede ser que la marea me esté llevando solo a mí hasta lo más profundo del océano para ahogarme en un mar de acentuadas mentiras.
Quédate con lo pasajero, que se asemeja a tu forma de ser. Quédate con el tren que destina a la fugacidad, a lo poco duradero. Pero recuerda que cuando despiertes solo una mañana en una cama para dos, y pienses en mí, yo ya no estaré. Habré matado el tiempo con otra persona, con alguien que me pondrá la honestidad como primer plato.
Créeme, que a pesar de todo, no me alegro de tu triste soledad, en la que tengas que ahogar tus penas en una botella de vodka, entre lágrimas, arrepentido por no haber elegido la opción más acertada, con la que podrías haber tenido un futuro asegurado. Pero ahora tendrás que conformarte con una simple caja de cigarros, y un amanecer en la playa, con el sonido de las olas y una apesadumbrada melancolía, porque no tienes a nadie con quien jugar en la arena, a quien contarle tus preocupaciones, o con quien dormir abrazado.
No te queda nada, has subrayado con todos los colores del arco iris el camino que querías, con millones de mujeres en la noche, y ninguna en la mañana. Soporta el peso de un corazón vacío, ya que no supiste como manejar uno que escondía tantos sentimientos, siempre maniobrando con mentiras.
Tú, y tu dulce soledad.

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