Mi novio hace arte. Arte sin público, sin galerías dónde exhibirse. Es un arte implícito, presente y ausente.
Hace arte cada vez que me besa la piel, los labios, cada vez que me besa las ganas de no irme nunca, cada vez que mira -con esos ojos color avellana-, cada vez que fanfarronea.
Mi novio hace arte cada día, a cada despertar, hace arte en el café mañanero, en sus planes para verme a cada tarde y en sus "te quiero" de cada noche.
Mi novio hace arte, un arte tan trágico como el de Shakespeare y tan emocional como el de Van Gogh.
Mi novio hace arte incluso cuando se enfada y cuando me hace enfadar. Es un arte que no se escribe, ni se lee, ni se pinta,... Es un arte que se siente.
Es un arte tristemente reconocido, pero que cala de los pies a la cabeza. Un arte en el que quieres fundirte, en el que quieres tirarte de cabeza, arriesgar.
Es un arte que te hace plantear quién sí y quién no, te hace reflexionar para qué y por qué. Es un arte que se mezcla con la lucha, el poder y el querer.
Mi novio hace arte constantemente, sin intención y de la manera más torpe: amando.
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