lunes, 26 de noviembre de 2018

Vulnerable

Hablemos de singularidades, de cómo una persona atesora a toda costa algo que es suyo y de nadie más: besos, acaricias, movimientos, miradas,... Y en cómo a partir de una singularidad acabamos en pura vulnerabilidad. Llevo anclada a la piel una buena dosis de diamantes perfectamente incrustados porque ante una mirada rápida frente al espejo solo advierto debilidad, y no soy capaz de permitirme esta fachada cuando la sombra que me persigue es un sinfín de lágrimas apelotonadas en mis sentidos. Y es que son las dos de la mañana y no puedo pegar ojo, y me pregunto cómo cojones he acabado en esta situación, qué dioses y qué demonios han decidido que era yo a la que le tocaba plantarse unos buenos ovarios para, bueno, echarle ganas al futuro. Pero, a pesar de estar seducida por el vértigo y el riesgo, de las montañas rusas y enamorada del amor, a veces me deja sabor amargo y mucho en lo que pensar. Aún así me hago paso en un mundo lleno de favoritismos, inmoralidad, parcialidad. Donde todo el mundo finge su mejor sonrisa y aguarda sus peores llantos porque la vulnerabilidad jamás se asume, se disfraza. Algunos la camuflan con humor, otros recurren a la ironía, los más inteligentes evitan pensarla y así, día tras día, se sobrevive en un mundo donde la gente prefiere un escudo a llevar heridas de guerra. Dejemos los zapatos de tacón por pura apariencia, volvamos a sentirnos entre nubes de algodón con un par de zapatillas planas. Dejemos de subir fotos a instagram donde no exhibamos otra cosa que lo que realmente sentimos, rehuyamos las falsas sonrisas por unas que sean verdaderas, no aislemos el dolor, aceptémoslo. Lo que quiero decir... una imagen no lo es todo, aprendamos a vivir la vulnerabilidad, a expresarla con orgullo y sin pavor. Hundirse y caer no es débiles, es de reales. 
Y retomo mi punto de partida... hablemos de singularidades... de cómo caer apasionado ante las constelaciones, planetas y galaxias que una persona es capaz de contener en sus propios ojos sin siquiera darse cuenta, la facilidad para desplomarse en un agujero negro donde solo sentimos miedo, miedo a chocar de frente contra los sentimientos que rebosan en una vaso lleno de agua, sentimientos que quieren navegar a la deriva antes que asumir su propio destino en el amor. Ojalá pudiésemos -y sí, me incluyo- dejar de usar el congelador para enfriar nuestros delicados corazones, que la realidad está para darnos de hostias,... no para vivir en conservación, joder.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Views.