jueves, 28 de noviembre de 2019

A medias

Parece que todas mis historias tienen un fin que no llega a publicarse. Mi vida siempre a medias, a pesar de ser jodidamente extremista y nunca decantarme por los grises. Apareces tú y, ¿también te quedas a medias? Te vas, pero no das portazo. Y no sé si eso significa indirectamente que te quieres quedar. Yo quiero que te quedes, pero no quiero tener que pedírtelo. Y también sé que mis palabras son duras, pero inevitablemente acabo en el llanto, te estoy rogando a través de las lágrimas que intentes escuchar los latidos de mi corazón que murmuran muy bajito que te quiero a mi lado a través del tiempo, pero es que no logro ni que tú me comprendas. Me he encerrado en una habitación a oscuras, insonora, y estoy completamente sola. De hecho, siempre lo he estado, pero en tu presencia nunca me había sentido así... tan vacía.  Eres como el veneno y el antídoto, al mismo tiempo. Pero no puedo mantener a una persona que me hace tan mal. Me cuesta dejarte ir, he de admitir. Llego a la conclusión de que, en cada pelea, en cada mirada frustrada, en cada una de las palabras que sueltas indignado, ahí siempre estoy yo, y de alguna manera, acabo siendo el culpable de la escena del crimen. Es como si no se quisiera observar más allá de las huellas que el asesino ha dejado a la vista. Como si no hubiera otras posibilidades, y yo tuviera completamente manchadas las manos de sangre. ¿Por qué tengo que alejarte de mí cuando parecía que toda iba bien? ¿Por qué tengo que dejar de escribirte un mensaje de buenos días después de una noche de furia y confusión? ¿Por qué tengo que quedarme hasta las tres de la mañana pensando en las cosas que hice mal y ahora no puedo arreglar? ¿Por qué tengo que vivir en la infelicidad sabiendo que no estoy bien sin ti, pero tampoco contigo? ¿Por qué? Estoy bañada en rabia porque después de tres años soy incapaz de comprender cómo es posible que me hagas tanto bien y tanto mal al mismo tiempo, cómo soy tan inútil que no puedo cerrar capítulo, cómo cojones consigo que todas mis historias se queden a medias. No, no quiero que te vayas. Pero tampoco quiero que te quedes, no, no así. Y, a pesar de que el foco de atención esté puesto constantemente en mí -o al menos eso creas- pienso en nosotros más de lo que debería, y de la misma manera, pienso en tu felicidad, y en lo que eso conlleva. Si soy destrucción, no hay motivo para no decir adiós. Aunque duela, en lo más profundo de mi alma. Y aunque estés leyendo esto, y quieras pegarle a las paredes hasta que te sangren los nudillos, sabes que soy como una rosa. Tan bonita la vista que llega un punto en el que te olvidas de sus espinas, pero la rozas, y sangras. Pero no duele tanto como para no volver a intentarlo, así que recaes una siguiente, hasta que te cortas tantas veces que no hay próxima y es cuando se pone punto final al cuento. Sin embargo, como bien digo al principio, mis historias siempre se quedan a medias. Y, a veces, resulta esperanzador. Porque aunque no espero que vuelvas a pasarte por este piso, sigo creyendo que merezco un último beso, un último abrazo y un último momento a tu lado. Aunque eso signifique que nos volvamos a pinchar, a desangrar, y aunque eso también requiera de un final a medidas. Pero, ya sabes, no soy de tonalidades grisáceas.

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